viernes, 3 de diciembre de 2010

[...] "Es que usted no puede imaginar todo lo que es él para mí. Es más que el amor, es la vida entera. El día que lo conocí estaba tan desesperada que me habría dejado morir en un rincón como un perro con frío. Él pasó junto a mi y con una palabra sola me devolvió de golpe todo lo que creía perdido. En aquel momento comprendí desde dentro que iba a ser suya para siempre, aunque fuera de lejos, aunque él no volviera a mirarme nunca más. Y si la locura es esto, bendita sea la locura. Benditos los ojos que me miran aunque no me vean. Bendita su mano en mi cintura aunque no sea más que un sueño. Ese día era como si fuera el primer día del mundo y nunca se hubiera querido nadie antes que nosotros. Por la noche no podía dormir, allí estaba él rebotándome en los oídos, en la almohada, en la sangre. ¡Qué importa ahora que no me mire si él me llena los ojos!" [...]






"Los árboles mueren de pie", Alejandro Casona

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